De la tristeza a la ilusión

Por Daniel Movilla 

El viernes por la noche, en el tren que me llevaba a Madrid, pensaba en lo importante que es afrontar con dignidad los momentos difíciles y trataba de encontrar argumentos sólidos para rebatir lo que algunos ya catalogaban de fracaso definitivo y otros de final inevitable de Sociedad Civil y Democracia.

Con estos pensamientos, al margen de otros de menor importancia pero mas dolorosos, porque se refieren a personas en las que yo confiaba y que ya nunca serán capaces de mirarme a los ojos, me acercaba yo a la cena organizada por SCD para recibir a los amigos que al día siguiente iban asistir a nuestra Asamblea Extraordinaria.

En la sala del restaurante, cuando yo llegue con mi mujer y mis dos hijas, habría aproximadamente cincuenta personas y cuando iba saludando una a una a todas ellas, se notaba en su mirada una única pregunta. ¿Que va a pasar con SCD?. La mirada era de interrogación es verdad, pero también de tristeza. Se notaba en la gente que allí estaba, la necesidad de escuchar no palabras de consuelo o resignación, sino argumentos de peso que hicieran renacer de nuevo la ilusión en unas ideas pioneras en la política española y que como muy bien dice nuestro Presidente Fundador: "Son copiadas en otras organizaciones políticas y proclamadas por personas que a lo largo de su vida, dentro y fuera del poder, nunca las consideraron como merecedoras de sus discursos".

La comisión encargada de la organización de la Asamblea, había propuesto días antes una serie de modificaciones estatutarias, para tratar de relanzar SCD y olvidar un episodio lleno de claroscuros y que es mejor que pertenezca ya al mundo del olvido.

El caso es que en nuestras propuestas argumentábamos, creo que con acierto, que SCD debía dimensionarse adecuadamente en todos sus órganos de control y que, sobre todo, debía de acercar sus discurso y sus propuestas a unos ciudadanos que creen sinceramente que esos son los pasos que hay que dar, pero que o no nos conocen, o su situación económica no les permite integrase en nuestro proyecto.

El encuentro previo resultó muy interesante porque allí había no solo militantes de SCD, había también muchas caras nuevas, desconocidas para mi, y que a lo largo de la noche me preguntaron de forma diferente pero inequívoca, y para decirlo claramente, si estábamos asistiendo a una voladura controlada de Sociedad Civil y Democracia.

A la mañana siguiente, a las once, en el Hotel NH del Paseo de la Habana, estábamos todos dispuestos a pelear, a discutir, o a proponer, pero en ningún caso a rendirnos ante esa voladura controlada por terceros ajenos ya a nuestro movimiento.

Fuimos desgranando y aprobando una a una, las propuestas de modificación presentadas, que desde hoy constan ya en la página web de SCD y que en resumidas cuentas se refieren a la posibilidad de afiliación al partido de todas aquellas personas que quieran comprometerse con nosotros, con el único requisito de tener a dos afiliados que acompañen con su firma la solicitud de nueva afiliación.

También aprobamos la no obligatoriedad de pagar cuotas para poder pertenecer a SCD. Todas las personas que quieran integrarse con nosotros pueden hacerlo sin necesidad de pagar cuota alguna de afiliación. Creemos que en estos momentos hay que dejar que los ciudadanos tomen compromisos con sus ideas y no con su dinero.

El dinero para mantener SCD vendrá de las aportaciones voluntarias de aquellas personas que estando o no en el partido, crean en nosotros y quieran que nuestro movimiento siga su camino.

Aprobamos igualmente que a partir de ahora, todos los afiliados de SCD puedan realizar sus votaciones en las Asambleas, a través de correo electrónico. Creemos que la tecnología nos permite ya tener las garantías suficientes para poder autentificar los votos de nuestros afiliados.

Y finalmente, y gracias a una feliz intervención de dos afiliados de base, comprometidos de verdad y oportunos como nadie, se decidió por unanimidad, no aceptar la dimisión de nuestra Presidenta María Jamardo y pedirle que siga liderando nuestro partido, dándole las máximas facultades para el diseño y modelación de su equipo directivo.

Al final del día, cambiamos nuestra tristeza, por una ilusión renovada y para aquellas personas que sé que me leen y que se preguntaran aquello de ¿otra vez?, decirles que si, que otra vez, porque sabemos que es imposible, y por eso lo intentamos una y otra vez sin descanso.