Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

14 de marzo de 2014

A puerta Gayola

Por Daniel Movilla

Hace unas semanas les conté que a instancias de una amiga mía, iba a dar una charla en un colegio de Valladolid y que la charla trataba de emprendedores, ideas  para salir adelante y el éxito en los negocios. Ayer fue finalmente el día del compromiso y allí fui tan contento, a las 12 de la mañana, a pecho descubierto, pensando que era una charla sin importancia y a pasar el tramite de hacer un favor a esa amiga.

Tal como les había comentado, prometí que si daba esa charla empezaría por hablarles de la importancia de estar todo el día intentando crear cosas. Pero no fue así. Al llegar a la sala donde se iba a celebrar el encuentro con los estudiantes, me encontré con cerca de cien personas, chicos y chicas de diecisiete y dieciocho años, con cara de tener que asistir a este encuentro obligatoriamente y dispuestos a pasar el tramite, igual que yo. A mi me gustan los retos, siempre me han gustado, así que para empezar, comencé hablándoles a “puerta gayola”, que dirían los taurinos. Era un sitio quizá inadecuado y un encuentro quizá también inadecuado, pero yo creía que tenia que ser sincero y que supiesen que yo soy ante todo, un heterodoxo y que los heterodoxos también podemos tener razón. 

Fiel a mi decisión de hablar con el corazón, les dije lo primero en lo que creo a pies juntillas: "No hay que comerse etapas en la vida, aunque sea eso lo socialmente correcto" Lo correcto no es aquello que vemos hacer a la mayoría de la gente. Lo correcto es aquello que te dicta tu conciencia. La conciencia de verdad, no la conveniente. Así que no hay una edad correcta para dejar de estudiar, ni una edad correcta para formar una familia, ni siquiera hay obligación alguna de crear una familia. Y por supuesto, no hay obligación alguna de ser un emprendedor. El éxito no es aquello que deslumbra a los demás, sino aquello que te permite estar orgulloso con la trayectoria global de tu vida.

Luego, utilice los trucos que me enseño mi amigo Antonio Casals y les conté anécdotas y pasajes de mi vida que no tienen mucha importancia, pero que tienen su gracia. Ahí creo que me gane, un poco su admiración, su simpatía, o al menos, su sonrisa de complicidad. Sobre todo cuando les conté, como una heroicidad de aquella época, que a los veinte años (1971) me fui a París a trabajar y que a la vuelta, me traje, escondidos en la batería de mi moto, unos libros prohibidos en España y que Arrabal había escrito al General Franco.

Es una verdadera satisfacción poder conectar con la gente de diecisiete años y comprobar que aquello que a ti te preocupaba a su edad, a ellos les sigue preocupando igual. Y que todo este montaje de la vida, no es sino una reproducción de vivencias similares, sucedan en la época que sucedan.

Luego, una vez superado el morlaco del inicio, es verdad que cumplí con mis promesas y hablamos de las ideas buenas en la teoría y su choque con la realidad practica. De la suerte necesaria y de la oportunidad del momento. En fin, de todo eso que no es mas que puro sentido común. 

El encuentro finalizó de la mejor manera posible: siendo receptor de las preguntas e inquietudes de los jóvenes. De todas las cuestiones abordadas y del debate posterior, lo que mas me gustó fue el desparpajo de un chico que a la vista de que yo presumía de tener muchas ideas y de haberlas llevado a la practica con éxito, me pidió que les diese alguna idea para financiarse en su viaje de fin de curso. Eso se llama don de oportunidad y practicidad.

Yo les di dos ideas, pero se ve que no les gustaron porqué me miraron con cara de perplejidad y con una expresión en la cara que borró aquella admiración y complicidad que mi moto de los veinte años les había generado. Así es la vida.


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