Por Daniel Movilla
En estos días de obscenas alabanzas a Suárez por parte de personas que mientras el vivía, le obsequiaron con el mayor de los desprecios, cuando no le regalaron insultos del mayor calado posible, en estos días de tanto cinismo político digo, siempre me atacan los demonios de las causas perdidas y me gustaría ser el famoso justiciero que es capaz de decir todo lo que sabe sobre personas que gozan en la actualidad del mayor reconocimiento social, pero que en verdad son un cúmulo de conocidas mezquindades y autores de casos de deslealtad tan flagrantes que producen sonrojo al escucharlos.
Pero no voy a hacerlo. No es mi misión, ni mi prioridad en estos momentos. Aunque la espada de Damocles ya cuelgue sobre sus cabezas, y ellos lo saben, no seré yo, aunque podría hacerlo, el que baje la hoja de la guillotina.
Vayamos ahora a la parte positiva de las cosas. El sábado pasado me fui con mi mujer al castillo de Íscar (Valladolid) a un encuentro denominado “Los conciertos de la estufa”. Son pequeños conciertos de música muy bien organizados por una marca de cervezas de la tierra: “La loca Juana” y donde un centenar de amigos se reúnen para escuchar a grupos locales que consiguen que pases un par de horas entretenido y sobre todo consiguen que disfrutes de un ambiente relajado y de verdadera amistad.
Allí mi viejo amigo y jefe José María Muñoz y su hermano Manolo, entre cervezas y rosquillas, nos regalaron algunas versiones antológicas de Cole Porter y Frank Sinatra. Volví a mi casa tarareando “begin the beguine” y deseando llegar al ordenador para bajármela de iTunes y escucharla una vez mas.
Siempre que escribo sobre alguna situación personal, me dice mi cuñado: “a mi que me importa lo que hiciste el sábado” Claro que no importa mucho la situación, lo que si que importa es la consecuencia y descubrir que nunca se sabe donde está la felicidad de un momento. Si en su sencillez, o en lo inesperado del momento.
Yo fui a Íscar con el alma encogida por incertidumbres, traiciones y proyectos en marcha, y volví pensando únicamente en escuchar de nuevo la inolvidable canción de Cole Porter.
No fue el grupo de jazz, ni las canciones improvisadas de un aficionado del pueblo, que por cierto fueron bastante malas. Ni la cerveza, ni las rosquillas. Sencillamente fue la imprevisto de la situación, la sencillez y la poca pretenciosidad de la gente, lo que hizo que aquel momento resultase tan tierno.
Y ahí es donde está la verdadera esencia de la vida. En disfrutar de aquellas situaciones sencillas, inesperadas y agradables que consiguen que puedas dormirte, al menos por un día, con una sonrisa en los labios.
Así es!
ResponderEliminarEn ocasiones,veo películas de tiempos pretéritos,donde la deslealtad,las intrigas,la ambición y las venganzas,formaban parte del día a día,entre los dirigentes y/o jefes de las milicias.Es entonces,cuando suelo preguntarme¿cuál es la diferencia,con la realidad actual?.No la encuentro,salvo en la forma de vestir,en la evolución de las teconologías,en la forma de vida,con mayores posibilidades de acceder a ciertos privilegios,cada vez reservados para menos ciudadanos,en el respeto a las fronteras (salvo excepciones,que podemos apreciar, en la actualidad).
ResponderEliminarLo que más me sorprende,es algo que no ha varíado un ápice.Es más,se ha incrementado y ya forma parte de nuestra vida,como algo asumido y cotidiano:"La hipocresía".¿Se puede luchar contra ella?.No lo creo;sería una guerra perdida.
Precisamente,en España,hemos podido comprobar estos días,con la muerte del Sr.Adolfo Suárez(qpd),que la hipocresía,es condición innata,de una amplia mayoría de la dirigencia española.Podría decir,que los detesto,pero el sentimiento que siento,es de pena,por ser tan miserables.
En ese ambiente,debemos desarrollar nuestras vidas y resulta verdaderamente lamentable.
Será por ello,que las pequeñas cosas,que logran arrancarnos ese pensamiento,son tan valoradas.¿Nos sentimos satisfechos,viviendo de forma normal,sin pensar en lujos y en una posición social,de privilegio?.En mi caso,puedo afirmar rotundamente,que si.
El único problema,que se plantea,es que hay personas a nuestro alrededor,que parece que se han planteado como objetivo,el no permitírnoslo.He ahí,un tema peligroso,ya que como todo en esta vida,la paciencia,el no querer entrar en confrontaciones absurdas,que a nada conducen,tienen un límite.Si lo cruzamos,seguramente estaremos condicionando nuestra vida y lo que es peor aún,la de nuestras familias.
Por tanto,es preferible,optar por el cansancio de esos sujetos despreciables.Este llegará,cuando perciban que sus esfuerzos para generar conflicto,carecen de respuesta.
Es así,que deseo vivir en paz;disfrutar de las pequeñas cosas;hacer oídos sordos a las provocaciones sin sentido y tratar de mantener un clima de unión y calma,con mis seres queridos y las personas,que realmente aprecio.