Por Isaac Mesa
Recuerdo la primera vez que escuche aquel sonido a primera hora de la mañana con la casa aun en silencio, el sonido variaba de graves a agudos con tonos consecutivos.
Aquel extraño sonido se acercaba con prontitud a la ventana de mi habitación cesando en su punto más cercano, para dar paso a juegos de luz artificial y a un chillido estridente que me encogió el alma.
Mi madre corrió presurosa hasta la habitación, me aferre a su cuello tan fuerte como pude y pregunte con la voz entrecortada y sollozando que eran aquellas luces sobre el cristal que chillaban.
Mi madre me llevo hasta la vieja puerta de madera, mientras yo intentaba impedirle que abriera el pesado cerrojo, cuando la puerta se abrió con su habitual monótono rechinar, la luz del sol entro iluminando todo el pasillo y cegando mis entreabiertos ojos.
Entonces vi su sombra imponente y en su mano derecha amenazante un cuchillo de dos palmos de grande, cerré con prontitud los ojos pero no pude evitar escuchar el sonido de sus pasos acercándose hasta mí.
Hace muchos años que no he vuelto a ver al afilador ni a escuchar aquel sonido de flauta de pan en la lejanía rompiendo la mañana.
El afilador transportaba su industria en una vieja y pesada bicicleta de color rojo, con sus pedales movía la pesada rueda de amolar que de forma mágica creaba malabares chisporroteos al contacto con el frío y cortante metal.
He creído ver esta mañana junto a mi ventana de nuevo el crispar de las chispas amenazando con prender y el sonido estridente de cuchillos sobre la piedra.
He cerrado los ojos deseando ser el niño que por primera vez vio al afilador, pero no era él, era la vieja historia de los hombres, cansina y repetitiva, como la piedra que en el esmeril no deja de girar.
Que bonito!!!. También estaba el del organillo con la cabra. Que recuerdos!!!! Ahora deben estar prohibidos porque no pagan a hacienda ni seguridad social ni nada. Jajaja este país corrupto. Sino fuera por estos políticos que estan al quite de que no se evada ni euro no se que sería de este nuestro (del pueblo) país.
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