Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

18 de febrero de 2014

El hombre que regaló un reino a su rey

El eco de sus proezas aún retumba en los manuales de historia militar. Cuando muchos nombran tan alegremente a Sun Tzu, Clausewitz, Napoleón, Patton o Schawrzkopf, olvidan que fue este genio militar español quien cambiaría para siempre el "arte de la guerra": de la pesadez medieval (caballería pesada) a la agilidad moderna (infantería).

Gonzalo Fernández de Córdoba. "Gran Capitan" era un noble andaluz de la familia Aguilar, proveniente de Galicia que había descendido hacia el sur según progresaba la Reconquista.

Nació en Montilla (Córdoba) en 1453 y poco se sabe de su infancia. Su padre falleció cuando Gonzalo tenía dos años y su hermano mayor Alfonso de Córdoba se convirtió en jefe de la casa de Aguilar. Dentro de su familia, Gonzalo estaba destinado a ser un segundón; nadie pensaba que se convertiría en un gran militar de las Españas.

A los 14 años, entró a la corte de los infantes de Castilla, como paje de Alfonso, quien en medio de los enfrentamientos por la sucesión del trono de Castilla con su hermanastro Enrique IV, muere en dudosas circunstancias. Es así que Gonzalo, pasa al servicio de Isabel.

En 1473, a sus 20 años, volvió a Córdoba y contrajo matrimonio. Poco después fue hecho prisionero por el Conde de Cabra, cuya casa era la tradicional enemiga de la casa de Aguilar en el círculo de los conflictos nobiliarios que por aquel entonces sacudían al reino de Castilla. Dos años más tarde, la ya reina Isabel la Católica gestionó su libertad y viajó a Córdoba para reconciliar a las dos familias, objetivo que consiguió.

No hay prueba fehaciente de que existiera algún tipo de relación entre la Reina Isabel y el Gran Capitán, mas bien, por lo que se refleja, es una dedicación, admiración y mucho cariño por años de conocimiento mutuo. Pero situándonos en la época, esos actos de caballerosidad muy típicos en hombres rectos y sumisos a una mujer con autoridad, quizás de más, puedan dar a entender otra cosa en la actualidad...

Siempre hubo cierta tirantez entre Gonzalo de Córdoba y Fernando el Católico, quizás por sus caracteres, muy diferentes o… por celos? Mientras Isabel vivió, era la protectora y valedora de su Gran Capitán. Se dice que Fernando podía contradecirle en decisiones y otras cuestiones pero a lo que atañe al Gran Capitán, nunca se atrevió a decirle nada. Al morir Isabel, en 1504, el rey católico mostró las verdaderas cartas.

Fue la larga Guerra de Granada, donde sobresalió como soldado en el asalto de Antequera y en el sitio de Tájara, donde demostró dotes de mando, así como ingenio práctico al idear una máquina de asedio hecha con las puertas de las casas para proteger el avance de las tropas. Pero las acciones que más lo distinguieron fueron las conquistas de Álora, donde mandó el cuerpo de asalto y Loja.

Su papel más destacado lo tuvo al final de la contienda, ya que fue una de los diplomáticos que negoció la rendición del reino nazarí de Granada e incluso actuó como espía. Se hizo cargo de las últimas negociaciones con el monarca nazarí Boabdil para la rendición de la ciudad a principios de 1492.

Sin embargo, parece que los grandes honores que recibió hasta entonces no fueron suficientes para Gonzalo, pues en 1495 se embarcó hacia otra gran campaña esta vez en Nápoles. Su misión era clara: detener el avance de los franceses, deseosos de expandirse militarmente con la toma de algunos territorios.

Las grandes facultades como militar del Gran Capitán le llevaron a propulsar la reforma militar más importante desde la aparición del arco galés en época medieval. Todo esto lo basó en la observación de las circunstancias dominantes que le rodeaban, el conocimiento del empleo de las nuevas armas y técnicas de combate y el aprovechamiento de las lecciones de la historia; su fascinación por los triunfos romanos, que combatieron victoriosamente en todo tipo de climas y circunstancias. Gracias a estas ideas creó un nuevo sistema militar que completó las reformas iniciadas por Gonzalo de Ayora.

La combinación de las operaciones de combate permitió a Gonzalo Fernández de Córdoba, en el transcurso de las guerras de Italia, introducir varias reformas sucesivas en el ejército español, que desembocaron en la creación de los famosos Tercios. Dio el predominio a la infantería, que era capaz de maniobrar en toda clase de terrenos. El resultado de estas reformas quedó reflejado en la historia; una aplastante victoria tras otra en las campañas que dirigió en Italia hasta el 1504, al término de las cuales ocupó el virreinato de Nápoles durante otros cuatro años.

El Gran Capitán fue triunfador absoluto de estas guerras, pero pronto las envidias y maledicencias cortesanas empezaron a actuar en su contra.

Fernando el Católico era suspicaz y desconfiaba de tanto éxito, el mismo rey de Francia, a quien había derrotado, le había ofrecido el generalato de su ejército. Por otra parte, sí es cierto que Gonzalo era descuidado en sus informes y tardaba en escribirle.


El monarca pidió entonces al Gran Capitán un registro de gastos para asegurarse de que no había malgastado fondos reales, algo que Fernández de Córdoba consideró humillante. Como respuesta a lo que Gonzalo consideraba una gran ofensa personal, el entonces virrey dirigió al monarca un memorial conocido como las "Cuentas del Gran Capitán". Una enumeración de gastos exorbitantes en conceptos absurdos pero que aludían directamente al heroísmo de sus soldados y a las victorias conseguidas, que habían supuesto la derrota francesa y proporcionado en la práctica acceso al resto de Italia desde la base del reino de Nápoles.

Como frase hecha, se utiliza para calificar de exagerada a una relación de gastos, o incluso a un listado de cualquier tipo, para ridiculizar una relación poco pormenorizada o para negar una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.

De todas las partidas que el Gran Capitán presentó a sus Reyes, las más conocidas y repetidas de todos son las siguientes:

Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien millones en picos, palas y azadones. Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres enemigos, cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas un día de combate, ciento setenta mil ducados en renovar campanas destruidas por el uso de repicar cada día por las victorias conseguidas... y "Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino".

Esto no debió de sentar muy bien al monarca que, a sabiendas de lo que Gran Capitán representaba prefirió evitar el enfrentamiento directo con él, pero no perdonó la ofensa. El monarca decidió alejar a Gonzalo de Nápoles.

Gonzalo Fernández de Córdoba nunca osó exigir nada por sus servicios, todo lo hacía por propia voluntad y afecto y respeto a sus reyes. Aunque siempre fue recompensado otorgándole ducados y Virreinato de Nápoles, títulos que luego fueron devueltos por orden del Rey Fernando, fruto de las habladurías y murmuraciones de algunos envidiosos del Gran Capitán.

Acentuándose las tensiones entre ambos, el Rey lo exilia a Loja con su familia, en donde fue siempre muy querido por la gente, siendo un hombre muy buscado por nobles por establecer cortes de justicia, y muy bondadoso en caridad con los más necesitados, pero la enfermedad, el dolor y su desilusión por el trato recibido por su Rey a quien tanto había dado después de tantos años de servicio incondicional a los Reyes Católicos, hizo mella en su corazón y empeoró su salud.

A comienzos de junio de 1515 Gonzalo enferma seriamente de la que sería su sentencia de muerte: las cuartanas, un tipo de fiebre que padecía hacía tiempo, pero que ahora se mostraban mucho más graves ante una mermada resistencia física.

A principios del mes siguiente abandona Loja y se dirige a Granada y manda hacer su testamento, aunque éste no se redactó hasta meses después. El 30 de noviembre redacta un nuevo testamento, parece ser que para hacer dos cambios: la incorporación en su identificación del título de Gran Capitán y para pedir enterrarse en el monasterio granadino de San Jerónimo, lo firmó el 1 de diciembre. El 2 de diciembre de 1515 dejaba finalmente este mundo en su casa de Granada rodeado de su mujer y de su hija. Con 62 años, 3 meses y 1 día moría el hombre, nacía el mito.



Fuentes:
Un posible amor imposible entre la Reina Isabel la Católica y el Gran Capitán
Gran Capitán, el terror de los franceses en la batalla que cambió la Historia de España


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