Por Daniel Movilla
Uno ya peina algunas canas, muchas para mi gusto, y eso hace que cada vez me parezca mas al típico abuelo Cebolleta de los tebeos. Con mis continuas advertencias y recomendaciones, voy, ante ustedes, un día tras otro, recordando mi experiencia y mis vivencias personales.
Hace unos días, paseando por mi ciudad, me han venido a la memoria mis años en el Instituto Zorrilla de Valladolid y mis clases de latín. En concreto me he acordado de las famosas Catilinarias de Cicerón, porque fue el texto que me toco traducir en las pruebas de acceso a la Universidad. Y enseguida, sin tener mas relación con mis estudios que el nombre, pero en relación directa con alguna de mis preocupaciones actuales, me vino a la cabeza la famosa frase que popularizó Cicerón y mas tarde Seneca: "¿Cui prodest?" O "Quid prodest", como ustedes prefieran. ¿Quién se beneficia? ¿A quien beneficia lo que está pasando? Desde entonces, desde muchos años antes de la llegada de Cristo, está frase fue cogiendo popularidad y ha sido utilizada últimamente en ámbitos policiales y políticos para tratar de averiguar el por qué de determinados hechos, no suficientemente aclarados.
El caso es que me vino a la cabeza la pregunta y también me acordé de otro latinajo muy acorde con esa preocupación de la que hablaba antes: "Do ut des" que traducido al español significa doy para que me des y que se utiliza para referirse a la reciprocidad en un trato explícito o implícito, en un intercambio de favores.
La historia reciente de España está plagada de hechos poco aclarados. Políticos, jueces, policías e investigadores, deberían con mas frecuencia abonarse a las dos preguntas clásicas y preguntarse, cuando tengan dudas de la autoría de determinados sucesos: "Quid prodest?"
O cuando tras un breve tramo de tiempo, alguien resulta beneficiado directamente por un suceso previo con el que aparentemente no tenia relación, si no estará funcionando el "Do ut des"
Ya saben ustedes que yo nunca señalo a nadie sin pruebas, pero créanme si les digo que en los próximos días, tendré siempre en mis pensamientos la pregunta de Cicerón y quizá así sea capaz de averiguar por qué y con tanta prisa se quiere acabar con la ilusión y la esperanza en unas siglas y en unas ideas que no merecen acabar como algunos pretenden.
Enlazando ambas frases,en latín ó español,da igual,pueden explicarse infinidad de circunstancias,que hace escasos años,nos parecían inverosímiles,simplemente por desconocimiento ó por habernos cegado con una situación ilusoria,de abundancia de dinero y lujos,en la que caímos cual torpes ignorantes.¿Podemos decir que no lo somos?.
ResponderEliminarSi dura es la vuelta a la verdadera realidad,no lo es menos,darnos cuenta que a través de 31años,hemos padecido un mal incurable,que nos ha llevado a una caótica situación.Ese mal incurable,tiene nombres:Poder y Corrupción.
¿Habremos despertado de nuestro letargo,los españoles?.Pronto,tendremos prueba de ello.Concretamente,en próximas elecciones al Parlamento Europeo. Sin duda,no será determinante,pero marcará tendencia.
En tu artículo,citas palabras de Cicerón,que tienen hoy plena vigencia.
Citas también a aquellos,que deberían abonarse con más frecuencia,a las dos preguntas clasicas.¿No has pensado,que esas personas,tal vez por hacerse ambas preguntas,han sido apartados y vilipendiados por los beneficiados que intercambian favores,en su provecho?.Después de haber vivido tantos años y tantas situaciones,nada puede sorprenderme.También,es cierto,que jamás modificarán mi forma de ver la vida y expresar en cuanta ocasión tenga,el asco que me producen los ladinos y sibilinos,aupados al Poder,que no tienen el más mínimo sentido de sensibilidad,humanidad,decencia y en numerosísimos casos,ética,criterio y capacidad.
Recuerdo la frase de un gran hombre,que dijo:"Las ideas,no se matan,ni aún matando a las personas,que las pregonan".