Por Daniel Movilla
Ayer envié a una persona muy querida para mí, una canción por correo electrónico. La canción pertenece a la banda sonora de la gran película "La leyenda de la ciudad sin nombre" y la canción en concreto es "Yo nací bajo una estrella errante"
Dice su letra, entre otras frases que ahora no vienen al caso, algo que me recuerda a mis excursiones por los páramos castellanos en estos días de invierno, después de una lluvia fina, pero persistente. "El barro puede hacerte prisionero" canta Lee Marvin con su voz cazallera.
Si ustedes pasean por el páramo castellano y cruzan alguna vez esas tierras arcillosas de sus laderas después de un día de lluvia, llegará un momento en que sus botas se quedaran pegadas al terreno, pesadas como una losa de mármol y se sentirán atrapados en el terreno sin poder moverse.
A veces en la vida, pasa lo mismo. Tenemos un barro arcilloso compartiendo nuestras vidas, un barro que se ha pegado a nosotros y nos impide andar. ¿Cuantas veces nos imponemos la necesidad de seguir caminando, de sortear nuestras tristezas, de vencer nuestras preocupaciones y de buscar nuevos alicientes para seguir soñando y sin embargo, es ese barro anclado a nuestro corazón el que nos impide seguir caminando?.
Pues al igual que, cuando el barro llena nuestros zapatos y nos ancla al terreno no nos queda mas remedio que quitárnoslos y seguir descalzos, o salirnos del camino trazado y buscar otro camino, en la vida deberíamos hacer igual. Si queremos seguir por ese mismo camino, tenemos que ser capaces de quitarnos el ancla que nos ata al terreno y nos impide andar, o bien cambiar de ruta de inmediato. Hay muchos senderos para llegar al mismo destino. Lo que no podemos hacer, lo que no debemos hacer, es quedarnos quietos, desolados por no poder seguir caminando y pensando que la culpa es nuestra y no del terreno que se ha vuelto intransitable.
Muy bonito Don Daniel.
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