Por Daniel Movilla
Es difícil para el hombre tratar de entender a la mujer. No hablo de una mujer en concreto, claro está, sino de la mujer en general. Es muy fácil "catalogar" rápidamente a la mujer desde una mentalidad de hombre vulgar y mucho mas fácil, herir su sensibilidad con independencia del lenguaje que se utilice. Lo complicado viene cuando reflexionas sobre la divergencia de la mentalidad femenina y la masculina, en la forma de enfrentarse a la realidad de las cosas cotidianas y no tan cotidianas, o en la manera que a cada uno le afecta una frase dicha con mayor o menor fortuna.
Nos cuesta mucho a los hombres, aceptar de verdad, entender y comprender que hay otra manera de ver la vida y de establecer prioridades, en el momento razonar, o de tomar decisiones, ya sean estas sobre el amor, el orgullo, el dolor o el sexo.
Cuando algunas veces saco esta conversación en encuentros de amigos o de familiares, siempre surgen las voces que aireadamente tratan de imponer el criterio de que por supuesto el hombre y la mujer son iguales y no existe diferencia entre las necesidades, los apetitos y las prioridades vitales de ambos sexos.
Yo sin embargo, siempre defiendo que en todo hombre hay un lado femenino, que en muchos casos nos han obligado a ocultar, y en otros casos, nosotros mismos nos hemos empeñado en hacerlo, como si en ello nos fuese una parte importante de nuestra dignidad como varones. En todo caso, ese lado femenino siempre crea contradicciones con nuestra masculinidad y a veces descubrimos dentro de nosotros una especial sensibilidad que nos sorprende gratamente.
También defiendo, por supuesto, que en toda mujer hay síntomas, evidentes o no, de su lado masculino y que también en ellas esa masculinidad crea importantes contradicciones.
Los humanos, en general, nunca hemos perdonado esas "irregularidades", utilizando, tanto en el caso del hombre, como de la mujer, frases tan despectivas como marimacho, o afeminado, para definir esos asomos de sensibilidad contraria a lo que la ortodoxia y el tiempo han determinado que tengamos.
Esas contradicciones, o esas "irregularidades" evidentes, por si mismas, ampararían mi teoría, pero es que además, yo he vivido mucho tiempo al lado de personas con estas características, y es algo tan evidente, que no es discutible.
En todo caso, esto no es un estudio sobre la veracidad o no de la oculta feminidad del hombre, o de la escondida masculinidad de la mujer.
Solo he tratado de poner encima de la mesa mi propia percepción y la seguridad de que mejor nos iría a todos si empezamos a aceptar la diferencia y la complementariedad de ambos sexos y la enorme suerte que tenemos algunos de haber aceptado, sin rubor, que dentro de nuestra masculinidad, a veces, se despierta un no se que, que sale de no se donde, pero que nos hace muy vulnerables a hechos importantes, que antes nunca nos habían importado, o nos lleva a reaccionar de forma extraña en situaciones mas nimias y a llorar a moco tendido cuando alguna vez, en la tele, ponen una buena película de amor.
Me encanta!!!
ResponderEliminarEfectivamente eso demanda valentía y; así es que el amor está reservado para los valientes!!!
ResponderEliminarBss
ResponderEliminar