Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

4 de mayo de 2014

Érase una vez en París

Ésta es la historia de María, María Blanchard (1881-1932) una de las grandes figuras de la vanguardia europea que consiguió destacar en un mundo adverso, reacio a reconocer el talento artístico de las mujeres. Expresionista primero, cubista después, recuperó la pintura figurativa en los últimos años de su vida.

Unas pocas fotografías, escasa correspondencia y su obra sirven de base para contar la historia de una mujer que triunfó en un mundo de hombres pero que hubiera cambiado todo su talento por la belleza que nunca tuvo.

Fue una adelantada de su época y coincidió, incluso compartiendo estudio en la calle Goya de Madrid, con el pintor mexicano Diego Rivera, del que probablemente estuvo enamorada y por el que sufrió al no ser correspondida. Mantuvo una amistad profunda con Juan Gris con quien colaboró estrechamente en el campo del cubismo. Pero también coincidió en París con Picasso, que la apodaba como "Petite Blanchard"  o con figuras como Jean Mtezinger que llegó a esta ciudad con la intención de estudiar medicina y se convirtió en pintor, o Jaques Lipchitz, escultor cubista de origen lituano.

Paradójicamente, su deformidad hizo que fuese aceptada en este mundo de hombres y que la vieran como una artista verdadera, sin que la belleza exterior de la que carecía les distrajera en su valoración.

El 6 de marzo de 1881 nacía en Santander María Eustaquia Adriana Gutiérrez-Cueto Blanchard, la tercera de cuatro hermanas, en el seno de una familia burguesa, culta y liberal.

Su abuelo fue el fundador de La Abeja Montañesa y su padre, Enrique Gutiérrez-Cueto, el de El Atlántico, prestigioso diario liberal que dirigió durante diez años. Su madre era de ascendencia polaca y francesa y, embarazada de María, sufrió una caída al bajar del coche de caballos que tendría consecuencias lamentables para la niña que iba a nacer con una deformidad en la columna que le dejó jorobada de por vida, lo que marcó inevitablemente su carácter. María soñó siempre con la belleza, que alcanzó con la pintura, vocación que tuvo desde muy pequeña.

Su padre le inculcó el amor y el conocimiento del arte, cultivando desde su más temprana edad, sus dotes para el dibujo y su extraordinaria sensibilidad. Por esta razón se trasladó a estudiar pintura a Madrid en 1899. En 1908 obtuvo la Tercera Medalla en la Exposición Nacional por su cuadro "Los primeros pasos". Obtiene una beca de la Diputación de Santander para estudiar en París donde aprende de los grandes maestros de la época.

De regreso a Madrid participó en una exposición organizada por Ramón Gómez de la Serna en el mismo salón en el que irrumpen en escena años antes Las señoritas de Aviñón de Picasso, obra que inaugura oficialmente el cubismo en 1907. Suscita toda clase de burlas por entonces, ya que en España abundan los críticos con todo lo que suene a vanguardia. La pintora fue ninguneada y ridiculizada en nuestro país, razón por la que huye a París en 1915 donde fija definitivamente su residencia hasta su muerte renunciando incluso al apellido paterno. La gran dama española del cubismo tenía joroba, en cambio, en París consiguió olvidarse de los españoles supersticiosos que le pasaban la lotería por la chepa y de los niños crueles que se mofaban de su aspecto.

En París triunfó. Los artistas que pululaban por los cafés de Montparnasse la acogieron como quien realmente era: una creadora, una artista, deseosa de romper con los rígidos  moldes de la pintura tradicional. París, quizá porque siempre ha sido el tolerante centro de todo lo grande y de todo lo monstruoso, no le iba a mirar y le iba a dejar vivir indiferente a su forma física, igual que hizo con Toulouse-Lautrec, que pese a sus defectos físicos vivió admirado y querido por todos.

"Su paso por el cubismo produjo las mejores obras de arte, aparte las del maestro Picasso" llegó a decir de ella Diego Rivera.

Durante estos años intensifica su relación con Pablo Picasso que venía de años atrás. Éste intentó con escaso éxito despertar en ella un cierto sentido comercial: "Pobre María, cree que una carrera se hace sólo a base de talento" le solía decir.

"Ella figura entre los grandes, a la altura de Juan Gris. Fue una mujer privilegiada, que está en el corazón del arte, en primera línea. Había mucha gente que iba a París y no lo lograba, pero al mismo tiempo también es una mujer maltratada por la vida y la historia" explica Gloria Crespo, guionista y directora del único documental sobre la pintora "26, Rue du Départ, Érase una vez en París"

A partir de 1920 abandona el cubismo y entra de nuevo en la figuración, volcándose en escenas interiores, retratos infantiles, pinturas que plasman la enfermedad y lo cotidiano, la marginación, la soledad y la pobreza.

En 1927 la muerte de su gran amigo y colaborador Juan Gris le afecta enormemente, recluyéndose en sí misma y perdiendo el contacto con los demás artistas. Su salud empieza a deteriorarse, descuida su aspecto y alimentación y enferma de tisis, pero no deja de pintar, muriendo probablemente de agotamiento físico en 1932.

Muchos escritores de su época, entre los cuales estaban Federico García Lorca, Ramón Gómez de la Serna o Gerardo Diego, poetas y escritores cercanos a ella, se quedaron fascinados con su personalidad, hasta el punto de escribir sobre ella. Lorca la retrató en Elegía a María Blanchard:
En la época en que María vive en Madrid y cobija en su casa a todo el mundo, a un ruso, a un chino, a quien llame a la puerta, presa ya de este delicado delirio místico que ha coronado con camelias frías de Zurbarán su tránsito en París.
La lucha de María Blanchard fue dura, áspera, pinchosa, como rama de encina, y sin embargo no fue nunca una resentida, sino todo lo contrario, dulce, piadosa y virgen.
Ramón Gómez de la Serna nos deja su mejor descripción, ya que apenas existen imágenes de ella, ya que rehuía las cámaras de manera obsesiva. La describe como "Menudita, con su pelo castaño despeinado en flotantes abuelos, con su mirada de niña, mirada susurrante de pájaro con triste alegría"

Era una mujer sensible, exquisita, muy segura en lo que hacía y con una obra muy personal, una mujer de gran belleza interior pero deforme en su físico. Dos mundos y dos contradicciones que se reflejaron en su vida y en su obra. Decía: "Cambiaría toda mi obra... por un poco de belleza" ó "No tengo talento, lo que hago lo hago sólo con mucho trabajo" reflejando así su opinión sobre su físico y su obra.

Y no sólo fue injustamente tratada en vida, tras su muerte también. Sus obras se depositaron en el olvido. A su muerte su obra la traen a España quedando depositada en la aduana.

Empieza la Guerra Civil Española y hasta 1940 no es recuperada su obra. En esos años el mercado era muy pequeño, sin movimiento. Hasta el año 1976 no se organiza una exposición en nuestro país sobre esta gran figura de la vanguardia europea, por lo que era prácticamente una desconocida. En esa época sus cuadros formaban parte casi en su totalidad de colecciones de grandes museos fuera de España. Incluso algunos desaprensivos llegaron a cambiar durante la década de los 40 su firma en sus cuadros por la de Juan Gris, lo que indica la categoría y la importancia de su obra.

Griselda Pollock, crítica de arte y profesora de la Universidad de Leeds, añade otra causa del desconocimiento de la obra de esta gran artista. Pese a que uno de los signos de la modernidad fue la "participación libre y activa en la cultura" de las mujeres, en las siguientes décadas, marcadas por el retroceso igualitario, los museos e historiadores "ocultaron la presencia, la participación, la obra y la memoria de aquellos artistas que eran mujeres, y solo porque eran mujeres".


Entre sus obras destacan "Ninfas encadenando a Sileno" que le valió la segunda medalla de 1910 y una de las primeras experiencias pictóricas de Lorca, según su propio testimonio; "La Communiante" (1914); "La dama del abanico" (1915-16) claramente cubista; "La Comulgante" (1921); "Lenfant et la glace", "Femme allogée", "La bretona", "Maternidad" ...

Su obra pictórica está presente hoy en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid); Museo de Bellas Artes de Bilbao; Museo de Bellas Artes de Santander; Museo de Arte Moderno de la Villa de París; Museo de Bellas Artes de Bruselas...


Fuentes texto:

La belleza deseada

María Blanchard, más vale tarde
París, la cima de María Blanchard

Fuente Documental:

26, Rue du Dépar t- Érase una vez en París. Autora: Gloria Crespo MacLennan
María Blanchard paintings Giovanni Battista Pergolesi


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