Convulsión pacífica

Por Irene Serrano

Si algo se pudo comprobar el domingo fue que la pacífica alternancia en la que retozan los dos grandes partidos desde 1982 se rompía con consecuencias aún imprevisibles y desconocidas para todos.

Muchos votantes, fieles en anteriores comicios a las formaciones dominantes, expresaron su repudio votando a partidos minoritarios o, incluso, en construcción, con escasos meses de vida. Otra cifra nada despreciable (más de la mitad del electorado) optaron por no depositar papeleta alguna al sentirse expulsados del debate político y social; expresando así su rechazo a la inacción política de la que hacen ostentación nuestros gobernantes cada día.

Nuestro país necesita un gran cambio y para que ello sea posible es necesario abandonar ese cómodo y estable bipartidismo que, aunque pudo facilitar en su momento la transición, hoy se muestra incapaz de aportar ideas nuevas con propuestas imaginativas para mejorar la situación precaria en la que se encuentran muchas personas.

Los dos grandes partidos carecen de un discurso que convenza e ilusione; les falta ideas nuevas, creíbles, que motiven a la gente. Esto sólo se conseguirá con nuevas caras y con principios verídicos y creíbles. Si estas formaciones no cambian, revisando a fondo sus ideas clave, desaparecerán como ya lo hicieron otras en el pasado.

Para ello, lo primero que deberían hacer es un exhaustivo juicio crítico sobre las obras y comportamientos propios, como el que parece querer iniciar, quizá ya demasiado tarde, el PSOE con la dimisión de Rubalcaba; aunque lo que necesita es, más bien, el proyecto y la credibilidad perdida. Los socialistas, tras esquivar las primarias antes de su candidatura europea, tienen que realizar una profunda revisión de sus principios y de su ubicación concreta en el panorama ideológico.

Y lo tendrá que hacer el Partido Popular, algo que seguramente será más improbable, tras oír las declaraciones de su secretaria general en las que apuntaba que “...España es el único país donde el partido que apoya al gobierno ha ganado las elecciones" (a pesar de haber perdido casi siete millones de votantes en relación con las generales de 2011).

Podemos, un partido en construcción que ha arrasado principalmente en Madrid, impulsado por un experto en comunicación política, con un discurso que sabe conectar con la gente y muy presente en los debates televisivos, fue la gran sorpresa de la jornada, pese a desarrollar una campaña de bajo coste pero con fuerte implantación en las redes sociales. Nos falta ver si en 2015 sabrán mantener la ilusión y la fuerza inicial en sus seguidores o si, como el partido de Beppe Grillo en Italia, se desinfla en favor de otras formaciones que sepan tomar el relevo.

VOX fracasó, quizá porque el electorado no entendió que su cabeza de lista no abandonara el cargo de eurodiputado del Partido Popular, conseguido en 2009, en el mismo momento en el que fundó este nuevo partido.

Los españoles encontraron satisfactorias otras propuestas minoritarias como UPyD, Izquierda Unida o Ciudadanos, más combativas, ajenas de momento a la responsabilidad de gobernar y abiertas a otras formas de hacer política. Veremos si consiguen repetir resultados en las próximas elecciones. Lo cierto es que, por el momento, han conseguido dos cosas: inquietar a los acomodados profesionales de la política (la casta) y convulsionar de forma pacífica el debate público.

¡Aunque sólo haya sido por observar este nuevo escenario ha merecido la pena votar! Pronto se verá si la opinión de éstas y otras formaciones minoritarias influye en la primera decisión trascendente a tomar en Europa: el nombramiento del Presidente de la Comisión Europea.

Mientras tanto, Christine Lagarde, y sus socios del FMI, insisten una vez más (tras el paréntesis abierto para celebrar las elecciones) en seguir cargando la factura de la crisis financiera, de la que ellos fueron consentidores necesarios, en los sufridos contribuyentes; con la recomendación de dolorosas y ya conocidas medidas que únicamente servirán para agravar el sufrimiento de la gente.

 The times they are a changin'  de Bob Dylan interpretada por Tracy Chapman