Por Isaac Mesa
En esta semana de mayo se celebra, entre los días 12 al 14, un coloquio internacional con el nombre de "La luz al servicio del hombre".
En la presentación del evento se podía leer:
"Todos los ojos del mundo de la ciencia tendrán su mirada puesta en Cáceres, la ciudad que tras Dublín y París, convertirá a Extremadura en el epicentro en el que destacados científicos y expertos a nivel internacional, algunos de ellos premios Nobel, ofrecerán las claves de la función tan fundamental que tiene la luz al servicio del hombre"
Yo, que habito en las sombras más profundas de la ignorancia humana, no podía desaprovechar la ocasión de ir a Cáceres en busca de un poco de luz y ciertamente la encontré entre los ponentes del coloquio, científicos brillantes todos ellos en sus diferentes áreas.
"Todos los ojos del mundo de la ciencia tendrán su mirada puesta en Cáceres, la ciudad que tras Dublín y París, convertirá a Extremadura en el epicentro en el que destacados científicos y expertos a nivel internacional, algunos de ellos premios Nobel, ofrecerán las claves de la función tan fundamental que tiene la luz al servicio del hombre"
Yo, que habito en las sombras más profundas de la ignorancia humana, no podía desaprovechar la ocasión de ir a Cáceres en busca de un poco de luz y ciertamente la encontré entre los ponentes del coloquio, científicos brillantes todos ellos en sus diferentes áreas.
Cáceres me sorprende cada vez que la visito, es una ciudad preciosa y pasear por las angostas calles de su casco histórico medieval en excelente estado de conservación, siempre es un placer, si bien en esta ocasión encontré entre sus callejuelas más mendigos que en anteriores ocasiones, me frote los ojos pensando que era fruto de un retroceso en el tiempo propio de estar entre tanto monumento medieval.
Divagando sobre nuestro oscuro tiempo medieval, me apresure en mi andar hacia la Plaza de San Jorge donde se encuentra la Iglesia de San Francisco Javier, más conocida como Iglesia de la Preciosa Sangre, esperando entre sus paredes barrocas del siglo XVII encontrar un poco de luz para este presente que amenaza con sumirnos de nuevo en épocas oscuras de triste recuerdo.
Esperando encontrar un auditorio lleno subí apresurado las escalinatas de la antigua Iglesia Jesuita para encontrar sitio cerca de los prestigiosos conferenciantes, pero al entrar pude observar gran cantidad de asientos vacíos pese a que se anuncia que la asistencia para alumnos universitarios contaba como créditos. Me extrañó que entre tantos maestros hubiera tan pocos alumnos.
En un receso de las ponencias, sobre las 11.30 h, una de las guapas azafatas del congreso me dijo: “estamos en familia, si lo deseas puedes tomar café” y entré en el sencillo patio jesuita empedrado y de ladrillo visto donde habían dispuesto mesas circulares y sobre ellas, café, leche, zumos y variedad de dulces.
En silencio, tal y como debe hacer un alumno entre maestros, les escuchaba hablar. Cerca de mi estaba un señor muy mayor llamado Carlos Alonso, profesor de biología molecular que charlaba de modo apacible y lucido, pese a su avanzada edad, con D.Valentin Fuster, Director de investigaciones Cardiovasculares Carlos III y justo enfrente, Federico Mayor Zaragoza, el que fuera Director General de la UNESCO, charlaba con el premio nobel de física Cohen Tannoudji.
Otros ilustres ponentes en mesas aledañas eran D.Jesús Usón, Patrick Connerade, Antonio Luque, Juan Manuel Pascual, Javier Santiso o Abraham de Swaan, entre otros. Tengo que admitir que aquel café me supo a gloria y dudo que tenga de nuevo la oportunidad de estar entre tantas personas brillantes como la de este día.
Feliz de haberme alumbrado entre tantas luces, al final de la jornada salí por las altas puertas de la Iglesia barroca donde, cerca de sus empinadas escalinatas, un grupo de jóvenes cantaban la canción de Dylan, All Along the Watchtower.
Al llegar a casa, en las redes sociales anunciaban la muerte a balazos a bocajarro en plena calle de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco y triste me fui a dormir, mientras en mi ventana se escuchaba el gruñir de un gato que aullaba al viento. Recordé a aquellos jóvenes que cantaban en la sombra teniendo tanta luz justo al lado y comencé a tararear "All Along The Watchtower".
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