Por Irene Serrano
Eric Hoffer, escritor y filósofo estadounidense del pasado siglo, decía que "...en tiempos de cambio (y créanme, éstos que ahora vivimos lo son) quienes están abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquéllos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe"
Yo no me fío de los expertos, ni siquiera de los comités de sabios y menos aún de las comisiones en las que éstos se reúnen para emitir informes y recomendaciones. Tampoco me gustan los tecnócratas ortodoxos. Éstos suelen tener las limitaciones que impone el pensamiento establecido por las corrientes académicas del momento, que en no pocas ocasiones se torna en pensamiento único. Demasiadas veces, sus dictámenes obedecen a tendencias que se quieren imponer sin el necesario debate. Aquéllos que quieren aplicar determinadas teorías prefieren no dar muchas explicaciones a la gente (como si el ciudadano no pudiera ser capaz de entenderlo). Por eso acuden a la firma de incuestionables entendidos en la materia, evitando la controversia o la polémica. La figura del “sabio” por si sola se convierte en un aval irrebatible para conseguir sus pretensiones.
Pero la historia reciente nos demuestra que los “entendidos” se equivocan. A principios de 2007 un reconocido experto puso en duda que existiera una burbuja inmobiliaria y que si acaso se constatara su existencia, ésta se desinflaría de forma gradual. Es evidente que las burbujas no se resuelven de esa manera, parece poco probable en estas cuestiones un aterrizaje suave, tal como se ha podido comprobar.
También erraron los expertos que recomendaron la realización de las carísimas autopistas radiales de Madrid apoyados en estudios de tráfico perversamente abultados en sus previsiones. El objetivo era construir una infraestructura innecesaria que sólo ha dado beneficios a las empresas que las construyeron, que en algunos casos, casualmente, coinciden con las empresas concesionarias. Sin ser experta en la materia sé de sobra que no conviene que la figura del promotor de las obras y del constructor sea la misma y en este caso compartían el papel, en perjuicio de quienes ahora tenemos que acudir en su rescate.
Posiblemente el motivo esté en que lo que es bueno para unos, no lo es tanto para la mayoría silenciosa (aunque a estas alturas de la crisis resulta más acertado decir silenciada). Por ello no es posible tomar decisiones adecuadas para el interés general si no se exponen con la debida claridad todos los puntos de vista y se genera una enriquecedora discusión en la que intervengan todas las partes debidamente representadas, algo que por otro lado es esencial en democracia. Los mayores errores de la humanidad se hubieran evitado si hubieran sido oportunamente debatidos; por supuesto, tras aportar la información adecuada para poder opinar con solvencia.
Mis últimos veinte años los he dedicado al estudio, al trabajo y a la toma de decisiones que tienen que ver con el planeamiento y la gestión urbana. A veces con menos éxito del que hubiera sido para mí deseable. Sin embargo, cada día han sido personas sencillas, muchas veces sin preparación alguna, quienes me aportaban puntos de vista interesantes y diferentes que ningún experto en la materia hubiera tenido en cuenta, o hubiera siquiera reparado en ello.
Dado el interés que el urbanismo tiene para la gente y lo que nos afectan a todos muchas de las decisiones que se toman en esta materia, se consiguió que existiera un proceso de participación regulado que además debe ser respetado siempre, sin excepciones.
Se aprecia bien en esta disciplina urbanística que los resultados mejoran cuando se abre el debate o la polémica tras una información adecuada de aquellas decisiones que se pretenden tomar y sus consecuencias. Ello debería extenderse también a otras disciplinas que tanto nos afectan, como la política fiscal o la económica, para que los intereses minoritarios sean conocidos por la mayoría.
Mientras tanto...
Shape Of My Heart - Sting (Banda sonora de la película “León, el profesional”)
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