Por Laura Villalba Sánchez
Madrid ya no es Madrid. O por lo menos, cada vez lo es menos. Cada vez es menos mía y más del resto. O cada vez soy yo menos suya... No sé quién pertenece a quién en esta relación, pero el caso es que creo que ya no estamos hechas la una para la otra. Ya no es la ciudad que me lo dio todo cuando llegué, hace más de cinco años. Es más fría, más impersonal. Es nostalgia de otros tiempos. El Madrid de 2008 me da la espalda.
Ahora, a las puertas de noviembre, estará mostrando sus encantos a otra nena de provincias. Ella también se enamorará de sus calles y de los chicos que conozca en ellas. Su espíritu le calará hasta los huesos y compartirá sus noches con desconocidos que serán amigos para siempre. Se reirá en sus balcones y llorará en sus esquinas. Y si se deja querer... Madrid, también va a romperle el corazón.
Muchos de los que llegaron conmigo se han ido, Madrid se les ha agotado. Algunos todavía resistimos, nos quedamos esperando el fin, creyendo que en algún momento resurgirá de sus cenizas. Fidelidad, testarudez o masoquismo, no lo sé, pero aquí estamos mientras la ciudad se cae a pedazos y nos invaden los recuerdos. Intentamos homenajear lo que una vez fue haciendo las cosas de siempre. Son intentos amargos, Madrid no sabe igual, no huele igual. Nos miramos y hemos cambiado, la propia ciudad lo ha hecho. Hace que nos amoldemos a ella para luego abandonarnos. Así es Madrid, tan encantadora y cruel como solo una gran ciudad puede serlo. Madrid es mujer, es una femme fatale. Te rompe y te lame las heridas una y otra vez.
Algunos tienen suerte y Madrid les dura más. Saben dosificarla, siguen otros caminos, tienen otras circunstancias o, simplemente, son gente de otros tiempos. Mi Madrid es el presente, el que nos echa a patadas, el que no puede darnos un trabajo y el que rompe lazos que, se suponía, serían inquebrantables. Madrid nos lo prometió todo, nos llenó de ilusión, creíamos que sería nuestro para siempre, que lo disfrutaríamos juntos, que sería nuestro hogar.
En estos años lo he compartido con mucha gente. Ahora muchos se han ido a otras ciudades esperando que sean con ellos más amables de lo que ha sido Madrid. Partes de mí se han ido a Chile, otras a México, otras a Alemania... y aunque también se hayan ido siguiendo un instinto aventurero... la realidad es que Madrid les dejaba sin opciones.
Madrid es cada vez más un lugar de paso. Vienes, estudias, te vas. No hay oportunidades para todos y el vivir es caro. Aunque muchos acepten la situación con resignación yo sigo pensando que todo es una gran injusticia. Nos ha enamorado para luego abrirnos la puerta de atrás. Nos ha dado amigos, familia al fin y al cabo, y luego nos los ha quitado. La experiencia ha sido efímera, fugaz y maravillosa.
Aun así, yo confío en ti, Madrid. Dentro de tu bipolaridad espero que vuelvas a mostrarme tu cara alegre. Incluso con el regusto ácido que dejas estos días, me tienes y no pienso abandonarte. Solo espero que a los que aun no hemos renunciado, nos lo pongas un poco más fácil.
En el Madrid que hoy me queda, somos todos los que estamos, pero no estamos todos los que somos. Y para seguir con los tópicos diré, que siempre se van los mejores.
Y es que una ciudad la hacen sus personas.
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