Hoy tengo la oportunidad de escribir sobre un tema libre, ¿Libre? ¿Lo que quiera?
Podría escribir sobre tantas cosas… sobre la que está cayendo, sobre el comienzo del otoño, sobre restaurantes y lugares de ocio, sobre moda, deportes, sobre la suerte que tengo de haber encontrado mi primer trabajo… Se me ocurren multitud de temas, sin embargo hay un tema por excelencia, es un lugar en el que pienso y los sentimientos afloran; las palabras salen solas. Hoy quiero hablaros de mi tierra, de mis orígenes, de mi Gijón del alma.
Así es, soy asturiana. He tenido la gran suerte de haber nacido en el paraíso. Gijón, Xixón, es una villa extraordinaria que se abre hacia el mar, cuenta con un paisaje maravilloso lleno de verdor y de frescura. Bueno no quiero ser cursi, no quiero aburriros porque Gijón es de todo menos aburrimiento.
Hace 6 años que decidí trasladarme a Madrid, y aquí estoy muy contenta, Madrid como buena capital te acoge con los brazos abiertos pero le falta algo, le falta la sal del norte.
No se trata de que por aquí no haya vacas, aunque suena a tópico es una gracia que he tenido que escuchar más de una vez. Es que aquí, como ya nos advertían Los Refrescos, aquí no hay playa.
Pasear por el muro, nuestro paseo marítimo, mientras el salitre de la playa de San Lorenzo invade tus sentidos es lo que mas echo de menos, para mi ésta es la mejor forma de desconectar de los problemas que invaden mi rutina.
Puede ser cierta dependencia al mar, quien sabe, a lo mejor todos aquellos que hemos nacido en una ciudad marítima tengamos la necesidad vital de estar cerca de la playa. Me encanta pasear con mis abuelos por el muelle, el puerto de Gijón, rodeado de pequeñas casas de pescadores y ver sus barcos.
El muelle no es un puerto cualquiera; desde el rompeolas te conduce hasta Cimadevilla, el casco antiguo abrazado por una muralla romana en el que te recibe la escultura de Don Pelayo, el gran héroe por excelencia para todos los asturianos.
Pisar Cimadevilla, con sus adoquines, plazas y casas bajas es una sensación que no se puede describir. El barrio de Cimadevilla, en el que encontramos la casa natal de Jovellanos, es sinónimo de encuentro, de cantores y sobretodo de sidras, y es que… ¿qué clase de asturiana sería sin hacer mención al elixir de nuestras manzanas? Muchos cantan que la sidra fuera de Asturias no sabe igual, dicen que avinagra y sabe peor. Cualquier hora del día es buena para reunirte con tus amigos, escanciar una botellina y beberte unos "culines" del fruto de nuestra tierra mientras comes pipas.
Por las calles gijonesas se respira alegría, los paisanos somos gente amable y cercana, empapados en su día a día por el "orvayu", nuestra ligera lluvia, que hace que nuestro paisaje sea tan verde y tan característico. A veces, nos quejamos de los días grises pero pronto recapacitamos, sin la lluvia Asturias no sería tan verde, no sería tan especial.
Gijón es música, son las gaitas que se escuchan por las calles. Gijón es un espíritu guerrero, es un corazón rojiblanco, los domingos de fútbol en el Molinón buscamos hacer historia, nuestra afición se une en sola voz y todos gritamos "¡Puxa Sporting de Gijón!"
Y no solo eso, Gijón ha sido catalogada como una de las 5 mejores ciudades para vivir por su calidad de vida. Yo estoy orgullosa de haber nacido en la villa marinera de Gijón, de encontrar mis raíces en Asturias que a pesar de ser una tierra la cual parece cada vez mas abandonada, no se va a rendir nunca.
Y es que como ya han recitado otros antes que yo sólo me queda decir "Asturias si yo pudiera, si yo supiera cantarte".
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