Por Asunción Soto
Dicen que una imagen vale más que mil palabras y la de Aylan Kurdi, ese pequeño arrastrado por el oleaje hasta la orilla del mar donde yacía muerto, debería revolver las entrañas y derramar por nuestras mejillas un mar de lágrimas. El mismo mar que lo devolvió a la arena como si enfurecido por la ira nos mostrara, a través de esa terrible imagen, el horror y las vergüenzas para enseñarnos la sobrecogedora realidad que debería hacernos estremecer y tambalear los cimientos de este indecente mundo que ha truncado sin el mas mínimo rubor la vida de ese niño sirio que ya no podrá jugar, saltar y buscar la sonrisa de su madre, la complicidad de su padre...
Mientras, el globo terráqueo piensa en los mercados, sueña en números, en uniformar a sus hijos, en dilucidar si llevarlos a un colegio bilingüe o trilingüe, en pulir su educación hasta convertirlos en clones de nosotros mismos. En construir iceberg que no padecen el dolor del fuego en sus carnes.
Y entre tanta extravagancia y presunciones atestadas de soberbia, el mundo se ha olvidado de sentir.
Estamos comprobando que la,mayoría,de los seres humanos prefieren colocarse una venda en los ojos y tapones en los oídos para ignorar esta realidad ignominiosa
ResponderEliminarSin duda. Pero los demás no debemos tirar la toalla y ayudarles a quitar las vendas.Asuncion Soto
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