Por Irene Serrano
Decía Helen Thomas, primera dama del periodismo estadounidense, fallecida el pasado sábado 20 de julio, que nuestro trabajo consiste, aparte de contar la verdad, en que el público conozca los abusos de poder y las injusticias.
Leído así suena obvio. El periodismo tiene una función social, la de informar adecuadamente, con objetividad, denunciando todo aquello que no debería existir en un estado social y democrático de derecho, de la misma manera que los profesionales de la medicina están para salvar vidas o mejorar la calidad de vida de las personas, o el personal municipal del servicio de limpieza se hace cargo de que las calles estén limpias.
¿Podemos imaginar lo que ocurriría si todos estos trabajadores no hicieran bien su labor, o simplemente la eludieran por indolencia o por miedo a asumir responsabilidades? Es fácil hacernos una idea, así que mejor no entrar en detalles, asusta sólo pensar en las consecuencias, cómo para describir el caos que imperaría.
Pero sí quiero extenderme algo más en lo que no está funcionando: el reino de España es una monarquía parlamentaria en la que un monarca ejerce como Jefe de Estado. Es la máxima representación fuera y dentro de nuestras fronteras, pero algo no va bien en esta institución cuando en su entorno más cercano surgen personajillos como Urdangarín y no se actúa inmediatamente, neutralizándoles desde la primera irregularidad que se les conoce.
¡Y qué decir del poder ejecutivo! Al primer atisbo de corrupción dentro del partido político a que representa, a la mera sospecha de financiación ilegal del mismo, debería haber actuado con contundencia, es decir, informando y dejando al poder judicial ejercer su trabajo de forma independiente, sin intrusiones, sin condiciones, poniendo todos los medios a su disposición, ayudando al esclarecimiento de la verdad. Esto lo podemos hacer extensivo al comportamiento del principal partido de la oposición en el caso de los EREs de Andalucía, en el cual han sido sustraídos fondos de los mismos trabajadores que les votaban.
De la labor del poder legislativo sólo cabe decir que parece desaparecido, así que digamos que elude directamente su responsabilidad. El Congreso de los Diputados y el Senado no parecen contar mucho hoy.
El poder judicial está funcionando, ¡por supuesto que sí!, en las audiencias provinciales, en los tribunales superiores de justicia. En estos juzgados, jueces, magistrados y secretarios judiciales con oficinas atestadas de expedientes, ejercen una labor ímproba. Pero qué decir de órganos como el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional o la misma Audiencia Nacional, que es la que decide causas de especial trascendencia criminal, política o social. Acabamos de conocer que el Tribunal Supremo ha rebajado la condena de Jaume Matas con el único propósito de que no llegue a entrar en prisión y ha archivado la causa que instruía contra José Blanco.
¡Ahora vamos con el poder financiero! La banca ha dejado de ejercer su principal función social, la de prestar dinero, lo que está dejando a muchas empresas sin posibilidades de continuar produciendo riqueza y empleo; y qué decir de los representantes de los consejos de administración de algunas cajas de ahorro cuando miraban a otro lado o simplemente desconocían lo que firmaban o no sabían de balances (es lo que han declarado cuando les han tomado testimonio de lo ocurrido en las quiebras de las cajas); y el Banco de España, que ha estado años sin pisar algunas entidades financieras, sin ejercer labores de supervisión.
Así que aquí estamos, no resulta extraño que la situación actual del país muestre un color oscuro, el de la desesperación, perfectamente descrito por algunos buenos profesionales del periodismo y denunciado por numerosas plataformas ciudadanas que se desgañitan por hacer oír su voz. Sí, una buena parte de las instituciones han dejado de realizar la función para la que estaban diseñadas, las nefastas consecuencias las tenemos a la vista.
Pero nunca es tarde para corregir las malas prácticas, para dejar de consentir los abusos, o para actuar de forma contundente contra ellos. Así que, señores Rajoy y Rubalcaba, dejen de mirar para otro lado e intervengan con rotundidad en sus partidos y limpien todas y cada una de las instituciones. Dejen de interferir en las decisiones judiciales. Necesitamos que el poder judicial sea independiente y que todas las instituciones ejerzan la función asignada en la Constitución. Y hágannos un favor a todos, que los políticos dejen de estar en los consejos de administración de las eléctricas (ayer mismo conocíamos el nombramiento de Ángel Acebes en Iberdrola), seguro que nuestro bolsillo lo agradecerá.
Sólo éste: No puede extrañar a nadie que en estos momentos sea el nuestro el pais con más consumo del mundo en antidepresivos, ansiolíticos y barbituricos para dormir. Vivir aqui es una pesadilla. Pero,¡POR FAVOR!, QUE NO NOS VIENE DE AHORA!, la crisis parte de los 70, y ha venido recrudeciéndose desde los 80, con el respirillo de Aznar, sin tiempo para ensanchar completamente los pulmones y sin cuestionar que, de haber continuado él, también hubiera sido poco probable esa posibilidad y la de acabar con la crisis -más que nada porque el pasado no puede recuperarse-. Pero si el leve respiro comenzó colaborando, por poco que fuese, aunque fuera cruzándose de brazos, en llevar a Mario Conde de una patada a la cárcel, mala cosa que añadir a posteriori al currículum biográfico. El remate fulminante de la crisis fué el zapaterismo, quizá el gobierno más nefasto que en España haya existido. Para salir airosos de tanto amago mortal que llevamos sufriendo, hará falta el trabajo de los seres más preparados y brillantes de este país, que a su vez han de ser héroes, y además unos santos, como aquél que dice. (rmm/.)
ResponderEliminarControl, mucho control y más control, es lo que necesitan los que tienen tareas ejecutivas dentro de la política y poder de decisión. Nosotros, los ciudadanos nunca deberíamos haber dejado esas decisiones en manos de unos pocos. Todos tenemos la obligación de hacer e interesarnos por la política... para que esto no vuelva a suceder. Ya lo decía Bertold Brecht hace más de 60 años en "El analfabeto político".
EliminarEl peor analfabeto
es el analfabeto político.
Él no oye, no habla,
no participa en los acontecimientos políticos.
No sabe que el costo de la vida,
el precio de los frijoles, del pescado,
de la harina, del alquiler, del calzado
y de las medicinas
dependen de las decisiones políticas.
El analfabeto político es tan animal
que se enorgullece e hincha el pecho
al decir que odia la política.
No sabe el imbécil que
de su ignorancia política proviene
la prostituta, el menor abandonado,
el asaltador, y el peor de los bandidos,
que es el político aprovechado,
embaucador y corrompido,
lacayo de las empresas nacionales y
multinacionales.
Gracias por el comentario y buen fin de semana.