Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

9 de junio de 2014

La pasión por las palabras

"Hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana" (Gabriel García Márquez)


María Juana Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, en el seno del matrimonio formado por Enrique Moliner Sanz, médico rural, y Matilde Ruiz Lanaja: Un ambiente familiar acomodado en el que los tres hijos cursaron estudios superiores.

En 1902, se trasladaron a Almazán (Soria) y, casi inmediatamente, a Madrid. En la capital los pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, don Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María. 

Entre 1918 y 1921, María Moliner cursó la Licenciatura de Filosofía y Letras, carrera que termino con sobresaliente y Premio Extraordinario. En 1922 ingresó, por oposición, en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y obtuvo como primer destino el Archivo de Simancas.

Tras una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia. Será en esa ciudad donde conocerá al que será su marido, D. Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física. La pareja contrae matrimonio en 1925 e inicia una vida conyugal compenetrada, la de dos intelectuales comprometidos con su vocación y con la sociedad en la que viven, a la que tratarán de dar lo mejor de sí mismos. En Murcia nacerán sus dos hijos mayores.

A principios de los años treinta, la familia se traslada a Valencia, D. Fernando, a la Facultad de Ciencias y  D.ª María al Archivo de la Delegación de Hacienda de esa ciudad.

La etapa valenciana cubre el período de mayor plenitud vital de María Moliner: el nacimiento y la crianza de sus dos hijos pequeños, la atención de la casa, la vida profesional, y, sobre todo, la participación, con la fe y la esperanza de una institucionista convencida, en las empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República.
En primer lugar, debe destacarse la colaboración de D.ª María en la Escuela Cossío, inspirada claramente en la Institución Libre de Enseñanza, escuela de la que fue alma D. José Navarro Alcácer y su mujer, D.ª María Alvargonzález, que compartieron sus objetivos con otros matrimonios amigos. María Moliner enseñó en ella Literatura y Gramática, y, además, formó parte de su Consejo Director, como vocal, y de la Asociación de Amigos para su apoyo, como secretaria.

María Moliner prestó, asimismo, su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República y se ocupó especialmente de la organización de las bibliotecas rurales. De hecho, escribió unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (publicadas sin nombre de autor en Valencia, en 1937), que fueron muy apreciadas, tanto en España como en el extranjero, y cuya presentación preliminar - "A los bibliotecarios rurales" - constituye una pieza conmovedora y un testimonio fehaciente de la fe de la autora en la cultura como vehículo para la regeneración de la sociedad.

En esta etapa de su vida María Moliner ocupó puestos importantes de responsabilidad en el terreno de la organización de las bibliotecas populares. Ya en 1935, en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, ella había presentado una comunicación con el título "Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España". En septiembre de 1936 fue llamada por el rector de la Universidad de Valencia para dirigir la Biblioteca universitaria, pero, ya en plena guerra civil, a finales de 1937, hubo de abandonar el puesto para entregarse de lleno a la dirección de la Oficina de Adquisición y Cambio Internacional de Publicaciones y para trabajar como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico.

La lucidez y capacidad organizativa de María Moliner quedan plasmadas en las directrices que redacta como "Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado", las cuales se publicarán a principios de 1939.

Al término de la guerra civil, el conjunto de amigos de los Ramón Moliner, y ellos mismos, sufren represalias políticas. Bastantes de ellos se exilian. Fernando Ramón y Ferrando es suspendido de empleo y sueldo, trasladado después a Murcia (1944-1946) y rehabilitado en Salamanca a partir de 1946 (donde permanecerá hasta su jubilación en 1962).

Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios (que recuperará en 1958). En 1946 pasará a dirigir la biblioteca de la E.T. Superior de Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación, en 1970.

En esta nueva etapa de su vida, cuando se instala en Madrid, criados ya sus hijos y separada físicamente de su marido una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras.

María Moliner siempre mostró interés por realizar un diccionario del español que superara las carencias que apreciaba en los diccionarios existentes. La circularidad de las definiciones, el lenguaje ya anticuado y en desuso, la falta de información sobre el uso de los términos o sobre las relaciones entre ellos eran características de los diccionarios del momento que consideraba conveniente mejorar.

Pero, a pesar de su interés por el tema lexicográfico, no fue hasta 1952 cuando pudo dedicarse a esta labor dando forma a un primer esbozo del diccionario y realizando una primera ficha. A partir de entonces y durante años, dedicó todo su tiempo a la redacción de su Diccionario de Uso del Español con un esfuerzo personal que hubiera sido digno de un gran equipo de especialistas.

Se volcó en su elaboración pensando, como ella misma admitió en una entrevista a finales de los 60: "Cogí un lápiz, una cartilla y empecé a esbozar un diccionario que yo proyectaba breve, unos seis meses de trabajo, y la cosa se ha convertido en 15 años". Fue un tiempo en el que se aisló por completo, lo que la llevó a presentar ese primer volumen con una dedicatoria de lo más reveladora y sentida:
"A mi marido y a nuestros hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado"
A mediados de los años cincuenta el trabajo de María Moliner llegó a oídos de lingüistas como Rafael Lapesa o Dámaso Alonso, quienes pudieron comprobar la calidad de las fichas que estaba redactando. Fue este último, Dámaso Alonso, quien planteó la publicación del DUE en la Biblioteca Románica Hispánica de la editorial Gredos. Los bibliófilos y editores Julio Calonge, Hipólito Escolar, Valentín García Yebra y José Oliveira supieron ver la importancia de la investigación y valorarla positivamente por encima de los riesgos que suponía la publicación de un diccionario elaborado como tarea personal por una mujer a mediados del siglo XX.

En 1966 se publica el primer tomo (en 1967 el segundo) del Diccionario de Uso del Español también conocido por el nombre de su autora: María Moliner. Esta obra, considerada por numerosos especialistas como “uno de los diccionarios españoles más importantes” estaba llamada a convertirse en un punto de referencia para todos los españoles de finales del siglo XX.

María Moliner se propuso redactar un diccionario que constituyera una guía en el uso del español “trayendo todos los recursos de que el idioma dispone”. Reunió un léxico muy amplio que organizó de acuerdo con el sistema de familias. Cada entrada ofrecía, además de la definición en sentido estricto, un amplio número de acepciones y subacepciones usuales y no usuales, sinónimos, información sobre el régimen preposicional, etc. A todos estos valores lexicográficos hay que añadir como característica muy destacada la utilización de un lenguaje sencillo aunque preciso, tanto en explicaciones como en ejemplos, una característica que ha facilitado su consulta a un número mucho más amplio de lectores que el que estaba habituado a utilizar otros diccionarios como, por ejemplo, el de la Real Academia Española, el de Julio Casares, etc.

Resultó inútil que Rafael Lapesa, maestro de la autora, apadrinara su candidatura a ocupar un sillón de la Academia en 1972; de haberse cumplido, hubiera sido la primera mujer académica. "Mi único mérito es el diccionario", confesaba la autora, que quizá no quería, todavía en plena dictadura, contar su actividad en el frente cultural durante la República y en plena Guerra Civil.

El Diccionario de uso del español fue valorado por numerosos especialistas pero también por lectores y usuarios no especializados, como demuestra el número de ejemplares vendidos en sus años de existencia. La única crítica que recibió la obra en los momentos inmediatamente posteriores a su publicación fue la presentación de los términos agrupados en familias etimológicas y no en el orden alfabético al que la mayoría de los lectores estaban acostumbrados.

La Editorial Gredos, que tenía los derechos de publicación, decidió en 1998 actualizar el diccionario y ordenar alfabéticamente las palabras y modificó abundantes significados. Los cambios realizados ofendieron a los herederos de María Moliner, que interpusieron varias demandas contra esta edición. Todas las alegaciones fueron denegadas y el diccionario de la primera versión sólo está disponible de segunda mano.

La tercera versión, publicada en 2007, se debe a un proceso de revisión y actualización y a ciertos cambios formales que han permitido clarificar el texto y facilitar su consulta. Esta edición está también disponible en versión electrónica que incluye 7.700 entradas y 25.000 acepciones nuevas.


María Moliner representa, sin duda, todo un estilo de ser mujer en el siglo XX: pertenece al grupo de las pioneras universitarias que ejercen, además, una profesión. Refleja, igualmente, una manera profundamente moral de realizarse como persona: claramente inteligente, y, al mismo tiempo, vigorosamente responsable.

Sencilla, espontánea en sus reacciones y elegante al no ser elegida académica en 1972, María Moliner recibió su jubilación tan discretamente como había vivido, gozando con los pequeños detalles cotidianos (sus macetas, por ejemplo) y presumiendo con orgullo de sus nietos.

Las notas tristes de sus últimos años fueron la muerte de su marido y su propia, terrible, enfermedad: la arteriosclerosis cerebral que la privó de su lucidez desde 1975 hasta su fallecimiento, el 22 de enero de 1981.

Pero lo importante es recordar a esta mujer en su plenitud mental que, gracias a su esfuerzo y dedicación, nos ha legado un brillante diccionario.


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