Por Irene Serrano
Discurre, sin mayores sobresaltos, el año 2018. Cuarenta son los años transcurridos desde que España ratificara en referéndum una Constitución bastante imperfecta, y cuatro desde que don Felipe fuera coronado Rey sin el apoyo de muchos. Nuestro país se va recuperando muy lentamente en su actividad industrial, comercial y, sobre todo, en los servicios, gracias a la vitalidad que muestra el turismo y las ventas en el exterior.
Pero lo triste es que lo más exportado ahora es la materia gris, la de nuestros jóvenes mejor preparados, que trabajan lejos del lugar donde adquirieron sus habilidades y conocimientos, tan valorados en otros países. Se está tratando de cumplir, con escaso éxito, un plan de retorno con incentivos para devolver el talento e ingenio perdido a España, tras una década en Alemania, Estados Unidos, Emiratos, China o Japón.
La gente sigue sufriendo, ha costado mucho salir adelante en esta última década; una mayoría nos hemos ido acostumbrado a vivir con menos pero, a la vez, nos hemos convertido en personas más reivindicativas, informadas, críticas con las malas políticas e intolerantes con la corrupción y la mediocridad. Tampoco tenemos miedo a los cambios.
El PP y el PSOE no son ya partidos mayoritarios, ahora gobiernan en coalición con otros más pequeños en alcaldías o en comunidades autónomas…; también en diputaciones e, incluso, en el gobierno central. Estos días sí podemos asistir a verdaderos e interesantes debates en los plenos y en las cortes: y el debate del estado de la nación tiene máxima audiencia cada vez que se celebra. Nadie puede aplicar su rodillo a la hora de gobernar. Los mejores políticos tratan de jugar una buena partida de ajedrez pero se conforman con quedar en tablas. Nuestra democracia imperfecta empieza a madurar y las instituciones no son ajenas a estos avances.
Hoy, 2018, una de las discusiones fundamentales se centra en el modelo de Estado que quieren los españoles: monarquía o república. Los monárquicos quieren a Felipe VI, algunos republicanos sugieren, incluso como presidente de una hipotética república, a Don Felipe. En cualquier caso, nuestro rey ha demostrado estos años ser un buen árbitro y moderar perfectamente el funcionamiento de las instituciones. No pertenece a ningún partido político y no muestra otros intereses que los que le marca su pueblo. Ha devuelto la popularidad perdida a esta institución.
Es más, a iniciativa del monarca, se está preparando un plebiscito para reformar la Carta Magna en plena “crisis de los cuarenta”. La gente reclama un nuevo modelo territorial, más centralizado, menos costoso para los contribuyentes; también el modelo de Estado está siendo cuestionado en profundidad. Muchos no entendemos que sea la casualidad, o la genética, la que decida que una persona reine con acierto o pueda ser un perfecto desalmado: ejemplos tenemos a lo largo de la historia en ambos sentidos. El debate es profundo, con personas bien informadas; el tema resulta de su interés y con madurez lo afronta la ciudadanía. A todos nos preocupa lo que pueda suceder en el futuro, así que lo asumimos con responsabilidad. Tampoco existe una república perfecta. Si la controlan los partidos políticos como ocurre en Francia, habremos perdido el activo fundamental de independencia del Jefe de Estado, el principal valor que hoy caracteriza a nuestro monarca. Y no vamos a hablar de una “República Bolivariana” como en Venezuela, para eso, muchos preferiríamos una monarquía parlamentaria como la sueca.
Lo importante es que el debate está en la calle y, aunque se está celebrando en estos días el mundial de fútbol, esta vez en Rusia que finalmente supo rectificar su política exterior, esto no deja de ser un mero entretenimiento que no nos distrae de lo verdaderamente importante.
¿Y si para abrir éste y otros debates fundamentales no hiciera falta esperar tanto tiempo...?
Mientras tanto, escuchamos 'Everybody Knows' de Leonard Cohen.
Viva la política-ficción, por lo menos distrae de la dura situación diaria, desgraciadamente no creo que los políticos tradicionales se hayan ido, para esas fechas porque los herederos de los políticos actuales criados en los pechos de los partidos quieren seguir mandando y no trabajando en la política diaria, porque las alternativas que nos ofrecen o son utópicas o van de los mismo.
ResponderEliminarOjala que la utopía que dibujas exista.
Resulta cansado describir siempre lo mismo y por ello a veces es preferible refugiarse en una ficción para pensar que otra realidad puede ser posible...
EliminarComo dice Harry el Sucio: "Anda, alégrame el día".
http://www.youtube.com/watch?v=oqirzL1a_Ow
menuda utopia de chichinabo,
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