Por Irene Serrano
Leyendo el domingo las declaraciones del Presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, en que afirma que "no se ha rescatado a banqueros y bancos, sino a los depositantes", sentí de nuevo la sensación de que las élites económicas y políticas de este país nos tratan como si fuéramos idiotas. Creen que pueden decidir y decirnos hasta cómo debemos pensar u opinar.
La música de Burkhard Dallwitz que hoy nos acompaña pertenece a su banda sonora, para ponernos en situación. Digan lo que quieran señores pero, por favor, no nos insulten, no nos traten como si fuéramos el protagonista de esta película, como si pudiéramos creernos cualquier cosa.
Y da la casualidad de que, de esto, de lo que les ha pasado a las cajas de ahorros, algo sé, aunque sólo sea porque conozco de sobra qué tipo de activos obran en sus balances y casi me atrevería a asegurar que mejor que ellos mismos. También sé muy bien a qué economía fue a la que financiaron desde la entrada en vigor de la Ley de Suelo del 98.
Esta defendía como dogma (una más de las mentiras del sistema) que era necesario facilitar el aumento de la oferta de suelo para abaratarlo, haciendo posible que todo el suelo que todavía no había sido incorporado al proceso urbano, sin razones para ser protegido, pudiera considerarse urbanizable. Una verdadera aberración para los que nos dedicamos a esto de la planificación urbana.
Y como siempre, aquéllos que defendían tales principios liberalizadores, en lugar de discutirlo en el terreno de las ideas, buscaron la forma de relegar las voces críticas a puestos irrelevantes, donde no se pudieran escuchar las discrepancias, y por tanto, donde nadie pudiera poner en cuestión el principio que ellos defendían.
Así, se clasificaron millones de metros cuadrados de suelo, en emplazamientos alejados y desconectados de la ciudad habitada, aún demostrando que éstos eran del todo innecesarios para la ciudad y ello sirvió para que numerosos inversores compraran suelo, financiado por bancos y sobre todo, cajas de ahorro, enterrando millones de euros en eriales. Incluso el crédito proveniente de Alemania y Francia fue a parar a estos suelos a modo de agujeros negros que succionaron parte de la gran liquidez que aterrizó en los años de la introducción del euro en España.
Dieron valor a lo innecesario, creando falsas expectativas urbanísticas a través de una legislación y un planeamiento general que no deja de ser papel, papel mojado ahora, y que ha servido para provocar un endeudamiento elevadísimo, y no de las familias que es lo que más resuena en los medios, sino de las entidades financieras que han sido rescatadas con dinero del contribuyente.
El depositante del que habla Goirigolzarri, nada tuvo que ver con dar crédito a falsas expectativas. El depositante sólo tuvo culpa de una cosa, de ahorrar y de confiar sus ahorros, los de toda una vida, a los bancos y cajas de siempre, y con ellos en lugar de financiar crecimiento real, riqueza y empleo, los banqueros y gestores de cajas jugaron a apostar al todo o nada (y perdieron, claro está).
La ciudad no es un casino y la planificación urbana no es el juego de la ruleta, las instalaciones urbanas no se generan de forma virtual, hay que construirlas, y en determinados lugares son imposibles o de tan elevado coste que hay que estar loco o ciego de codicia, para pensar que algún día podrían ser lugares habitables.
Burkhard Dallwitz | Truman Sleeps
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