Lo ha dicho: Jonathan Swift (1667-1745)

"Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él"

4 de noviembre de 2014

Nuestra Señora de Termidor

La Revolución Francesa es un período imprescindible en la historia. Lo que aconteció en el país galo entre 1789 y 1799 marcó nuestro devenir como seres humanos y supuso la entrada definitiva del mundo occidental en la modernidad y el abandono de las ideas medievales.

Muchos son los nombres que destacaron en esos años: Robespierre, Danton, Marat, Napoleón, Luis XVI… Sin embargo, las mujeres han sido muchas veces obviadas de tan destacado evento, y las pocas de que se tiene noticia suelen salir muy mal paradas, empezando por la reina María Antonieta y terminando por la revolucionaria Charlotte Corday. La mayoría fueron guillotinadas y, de aquellas que no lo fueron, sólo unas pocas han conseguido ser recordadas por méritos propios.

Nuestra protagonista de hoy es una de esas mujeres a las que la historia ha querido, aunque no siempre ha podido, olvidar: cortesana, instigadora política, amante de algunos de los hombres más poderosos de su época e integrante del grupo de las merveilleuses en el que también se integraron Josefina Bonaparte o Madame Récamier; pero sobre todo recordada por ser la que precipitó la caída de Robespierre y el fin del Terror. Su nombre: Teresa Cabarrús, más conocida por los franceses como Madame Tallien y por sus contemporáneos como Nuestra Señora de Termidor.


Juana María Ignacia Teresa Cabarrús y Galabert vino al mundo en Carabanchel Alto, Madrid (zona hoy conocida como el barrio de Buenavista), el 31 de julio de 1773. Fue la única hija de Francisco Cabarrús, financiero de origen francés que llegaría a ser Ministro de Finanzas bajo el reinado de José I Bonaparte, y de su esposa, la aragonesa Antonia Galabert.

La pequeña Teresa fue criada por nodrizas y monjas, ya que su padre estaba muy ocupado en sus negocios, entre otros fundar el Banco de San Carlos, germen de lo que terminaría siendo el actual Banco de España, en 1782. Su madre, por su parte, se dedicaba a socializar con otras damas de la alta sociedad española de la época, con lo que tenía poco tiempo para dedicar a su hija. Posiblemente, su trasiego de un convento a otro en esa época sería el origen de su futura aversión a todo cuanto tuviera que ver con la religión.

Aunque su mejor tarjeta de presentación fue su belleza, detrás de toda apariencia se escondía un ser humano cargado de bondad e inteligencia que luchaba por hacerse escuchar entre las más altas esferas.

A Teresa no le bastaba con ser simplemente una cara bonita, siendo tan sólo una niña Teresa dominaba el francés, el español, el latín y el italiano, tocaba el arpa y dibujaba con gran soltura .

Con tan sólo 11 años, la belleza de Teresa ya cautivaba a todos gracias a su suave piel sus intensos ojos, su dulce sonrisa y sus hermosos cabellos negros. A pesar de su corta edad, decenas de jóvenes luchaban por ser el mejor pretendiente para tal exquisita dama.


En 1785, Teresa fue pretendida por uno de los hermanos de su madre, lo que supuso un verdadero escándalo en el seno familiar; eso, unido a los numerosos galanes que rondaban a la joven, decidió a Francisco Cabarrús a enviar a su hija a París, oficialmente para "completar su educación". La verdadera razón, claro, era alejarla de toda esa serie de admiradores españoles poco recomendables y buscarle un buen partido en el país vecino. Acompañada por su madre (que imagino no quería perderse el glamour parisino), Teresa Cabarrús aterrizaba en la Ciudad Luz a principios del verano de 1785; tenía sólo 12 años y estaba a punto de iniciar el periplo que la situaría en el ojo del huracán revolucionario.

En la capital francesa, relativamente libre de las ataduras familiares, Teresa dio inicio a su vida loca de fiestas, lujo y amores tormentosos. El primero de la lista, al que conoció apenas año y medio después de llegar a París, fue Alexandre de Laborde, hijo del marqués Jean-Joseph de Laborde, con quien al parecer quiso casarse; pero el marqués consideraba la unión con Teresa una mésalliance (un matrimonio desigual, por la más baja cuna de los Cabarrús), y envió a Alexandre a Viena, donde se integraría en el ejército del emperador José II. La adolescente quedó muy deprimida por lo sucedido y, para sacarla de su tristeza, su padre resolvió casarla; el elegido fue Jean-Jacques Devin de Fontenay, el último de los marqueses de Fontenay, miembro del Parlamento de París. El 21 de febrero de 1788, la pareja se casaba; Jean-Jacques tenía 26 años, y Teresa tan sólo 14.

El matrimonio Fontenay estaba abocado al fracaso desde el principio. A pesar de haberla convertido en marquesa, llevándola hasta la corte de Versalles, Teresa consideraba a Jean-Jacques un simple, bruto y cobarde, y decidió convertir su matrimonio en una mera tapadera para sus aventuras. El 2 de mayo de 1789, más o menos en la misma época en que se integró en la masonería a través de la Logia Olímpica, dio a luz a su primer hijo, Devin Théodore de Fontenay, reconocido como hijo del marqués. En realidad, el padre del niño era posiblemente Felix le Peletier de Saint-Fargeau, uno de los numerosos amantes de Teresa.

Para entonces ya hacía tiempo que Teresa se interesaba por los principios del liberalismo, y que simpatizaba con algunos de los que serían protagonistas de la revolución. El 14 de julio de 1789, el pueblo parisino asaltó la prisión de la Bastilla, dando el pistoletazo de salida "oficial" a la Revolución Francesa; el marqués de Fontenay probó a su esposa que realmente era un cobarde y huyó, dejando a Teresa atrás. Ésta, ya cansada, solicitó el divorcio al tiempo que se refugiaba en la más tranquila ciudad de Burdeos.

En la ciudad del Garona, Teresa pareció encontrar una paz relativa que, como podéis imaginar, no duró demasiado. El divorcio le fue concedido en 1791, pero, para su desgracia, en esa época había llegado ya al poder uno de los personajes más siniestros de la Historia: Maximilien Robespierre. El Incorruptible había empezado ya su política de matón que devendría en el Terror, y estaba guillotinando aristócratas como quien parte sandías; pronto, el Comité de Salud Pública se fijó en Teresa Cabarrús, ex esposa de un émigré (como se llamaba a los aristócratas huidos), y la joven de 18 años fue a dar con sus huesos a prisión, tan sólo a la espera de turno para pasar por la guillotina.

Por fortuna para Teresa, unos meses antes de su encarcelamiento había conocido a uno de los comisarios de la Convención Nacional, un joven de 24 años llamado Jean-Lambert Tallien, enviado por Robespierre a Burdeos para ejercer el Terror, puesto que era uno de los más sanguinarios miembros del partido jacobino (se refería a la guillotina como la santa guillotina). A pesar de su rabioso jacobinismo, Tallien se enamoró de Teresa y, cuando descubrió que había sido condenada a muerte, no perdió un segundo en rescatarla de la prisión, tras lo cual se convirtieron en amantes.


Puede parecer que la historia de Teresa y Tallien es muy romántica, pero nada más lejos de la realidad. Es dudoso que Teresa amase jamás a Tallien, y lo más probable es que aceptase convertirse en su amante para salvar el cuello. Lo que sí es cierto, es que gracias a ella, Tallien moderó notablemente sus ansias asesinas, y las ejecuciones descendieron de forma sustancial en Burdeos. Ello llevó a un aumento de la popularidad de Tallien quien, el 24 de marzo de 1794, sería nombrado presidente de la Convención, mientras Robespierre rechinaba los dientes ante su nuevo enemigo político.

El Incorruptible empezó a elaborar una lista de nuevos enemigos a quienes eliminar, basándose en su "comportamiento realista" (en alusión a los partidarios de la familia real); entre ellos, claro, estaba Tallien, quien fue llamado a París para presentarse ante el tribunal. Tan pronto como Tallien salió de Burdeos, Teresa fue arrestada de nuevo y llevada a la prisión de La Force, donde un par de años antes había sido linchada la princesa de Lamballe (su cabeza fue clavada en una pica y paseada ante la ventana de la celda de María Antonieta). De allí saltó a la prisión de Carmes, donde conocería a una criolla llamada Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie, condenada como ella a la guillotina, con la que trabó una buena amistad.

Viendo que su fin estaba próximo, Teresa envió una carta desesperada a Tallien, donde le reprochaba su cobardía por no haber intentado rescatarla. Junto a una daga, Teresa incluyó una nota que decía: "Muero desesperada por haber pertenecido a un cobarde como tú". Funcionó. 24 horas después de la carta de Teresa Cabarrús, se ponía en marcha lo que la Historia ha dado en llamar la Reacción Termidoriana.

El 27 de julio de 1794 (o 9 de Termidor del año II, según el calendario revolucionario), Saint-Just, otro miembro de la camarilla de Robespierre, estaba dando un discurso en el Comité de Salud Pública cuando fue interrumpido por Tallien, quien procedió a denunciar públicamente la tiranía del Incorruptible. La sala se enzarzó en una monumental diatriba entre partidarios y opositores de Robespierre, hasta que el hombre en persona salió en defensa de Saint-Just; fue una mala decisión. Los gritos de "¡Abajo el tirano!" se extendieron por toda la sala y, aunque Robespierre solicitó la ayuda de sus socios de la derecha, éstos no movieron un dedo.

La pandilla de matones de Robespierre hizo lo que mejor se les daba: llamar al ejército. Pero la Convención también tenía a sus propios soldados que, bajo las órdenes de Paul Barras, salieron a las calles e hicieron retroceder a las tropas jacobinas hasta el Hôtel de Ville, el ayuntamiento de París. Allí se encontraban también Robespierre y los suyos quienes, tras varias horas de asedio, decidieron suicidarse para evitar pasar por la guillotina; en eso algunos tuvieron más suerte que otros, pero baste decir que apenas un par de ellos consiguieron quitarse la vida antes de ser encontrados por las tropas de Barras. A Robespierre le pegaron un tiro en la cara (o se lo pegó, no está claro), arrancándole la mandíbula, aunque ello no fue obstáculo para que fuera ejecutado junto a 21 de sus hombres, al día siguiente.

Ese mismo día, Teresa fue liberada y Tallien ascendió al Comité de Salud Pública, eliminando de un plumazo a los partidarios que quedaban de Robespierre, permitiendo la libertad religiosa y suprimiendo el Tribunal Revolucionario que tantas vidas había costado. Y quien había dado el empujón a Tallien para hacerlo había sido Teresa que, a partir de entonces, fue conocida por los franceses como Notre-Dame de Termidor. La pareja se casó el 26 de diciembre de 1794.

Tras los sucesos de Termidor, Teresa inició de nuevo su agitada vida social. Su salón (a imitación de otros como los de Madame Récamier o Madame de Staël) fue célebre en su época, y en él se creó el estilo Neo-Grec, tan de moda entre las mujeres del momento; entre otras, su amiga Rose, ahora llamada Josefina de Beauharnais y casada con el general Napoleón Bonaparte. Mientras esto sucedía, Tallien iba perdiendo cada vez más poder: la Convención Termidoriana finalizó en 1795, para ser sustituída por el Directorio, en el que Tallien no tenía lugar; sí lo tenía en cambio Paul Barras, con quien Teresa inició una relación, no se sabe muy bien si antes o después de haberse divorciado de Tallien, lo que sucedió en 1802, cuando Napoleón ya había finiquitado el Directorio y se preparaba, desde su puesto de Primer Cónsul, para proclamarse Emperador.

Después vinieron otros, como Gabriel Ouvrard, con quien tendría cuatro hijos, y, finalmente, en 1805, se casaría por tercera vez con François de Riquet, conde de Caraman y príncipe de Chimay. Con él se retiró a sus tierras (situadas en lo que es hoy Bélgica) y regresó a una vida tranquila, alejada de las tumultuosas calles de París que aún habrían de ver el auge y caída de Napoleón, la restauración de la monarquía borbónica y la revolución de 1830; no sabemos si supo de la muerte de Tallien en París en 1820, que falleció de lepra en la más absoluta miseria.

En cualquier caso, ella vivió en una oscuridad autoimpuesta, después de ser una de las mujeres más famosas de Europa, hasta que falleció el 15 de enero de 1835, con 98 años rodeada de sus seis hijos, su amado esposo y de todo el cariño de Chimay, habiendo sobrevivido a todos aquellos que la acompañaron en aquel momento difícil y sangriento, pero también apasionante, de la historia europea.


Fuente: Historia en femenino 

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