Por Daniel Movilla
Siempre he tenido claras algunas cosas en mi vida. Quizá se me pueda acusar de poco constante, y aun diría mas, de absolutamente inconstante en el transito por alguno de los caminos que nos vienen marcados desde la infancia.
Pero no en otros. Por ejemplo: nunca he entendido la obsesión de la gente por intentar agradar a todo el mundo. Primero es muy cansado y luego, es imposible. Desde que sales de párvulos, si consigues caerle bien a la mitad de tus compañeros, ya es todo un éxito.
Imagínate lo que sucede a partir de ese momento. Poco a poco, si tú vas forjando tu personalidad, respetando realmente tus convicciones - las que tengas - y siendo coherente con aquello que te has propuesto, iras perdiendo parte de ese 50% al que le caías bien.
Lo único importante y que hay que respetar siempre, es la dignidad y los sentimientos de las personas que te rodean. Algo que no mucha gente hace y aun diría mas, algo que mucha gente ni siquiera intenta.
A partir de ahí, de ese respeto inicial, no se puede forjar una personalidad dependiendo de la opinión de los demás. Eso lleva directamente al fracaso y al desequilibrio. El problema radica en que si vas marcándote ese camino personal de forma constante y cumpliendo escrupulosamente lo que tu realmente deseas, te vas encontrando cada vez mas solo. ¿Eso es malo?
Pues yo creo que no. Eso es inevitable y deberíamos aceptarlo con la fatalidad con la que aceptamos otros avatares de la vida. Tenemos que aceptar que a la gente no le guste las personalidades "diferentes". No le gusta que algunos tengamos nuestra propia fe, que diría Georges Brasens.
Decía mi suegro, en unas de esas conversaciones tan amigables que el solía practicar, que cuando la gente le conocía por primera vez y charlaban un rato, solía opinar de él que parecía un poco estúpido. Ahora bien, seguía diciendo mi suegro, luego, cuando realmente me llegan a conocer de verdad, ese parecer se vuelve una convicción. Opinan definitivamente que soy un estúpido.
Acostumbrémonos a ser calificados de estúpidos, incoherentes, inconformistas, demagogos, ingenuos, pretenciosos, asociales, ilusos y veinte mil adjetivos mas, todos ellos dictados bajo un matiz negativo.
Y no esperemos que esas mismas personas digan nunca de nosotros que somos soñadores, atractivos, inquietos, imaginativos, emotivos, ilusionantes, misteriosos, o cualquier objetivo que resalte nuestra diferencia, pero vista desde un punto de vista positivo.
Da igual. Lo mas importante de todo esto es que realmente nos dé igual lo que la gente opine de nosotros.
No hay comentarios :
Publicar un comentario